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Abigail fue enterrada por una multitud y una familia ausente

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Mientras el cuerpo de Abigail Choque era velado en un salón de la Policía, su madre fue enviada a la cárcel, su padre ya estaba en una  y sus hermanos en un albergue de la Alcaldía de El Alto.
Sólo un puñado de familiares la acompañó en silencio, casi como si no estuvieran ahí.
  Murió a sus siete años, el 7 de diciembre pasado. Estaba en coma, con un trauma en la cabeza, traumas en todo el cuerpo, insuficiencia renal y alteraciones metabólicas que derivaron en una falla multiorgánica. A las 5:05 del miércoles le dio un infarto.
Soportó seis días las lesiones que le dejaron los golpes de su padre, José Luis Choque, y su madrastra, Brígida Mamani. Ambos son procesados por infanticidio. Él está en la cárcel de San Pedro, ella en la de Obrajes.
Parecía que nadie la conocía. ¿Quién es usted? “vecina”, ¿de Abigail? “no, de Satélite”. Los familiares tampoco hablaron. “No sabemos, no vivía conmigo”, dijo la abuela. “No sabemos, no sabemos, está en investigación”, dijo otro familiar.
 La directora de Género de la Alcaldía de El Alto, Ana Saavedra, contó que -según la madre biológica de la pequeña, Virginia Mamani- el padre le quitó a Abigail y a su gemela, Flor, en julio, un día que fueron al colegio.
“Al parecer la golpeaba incluso cuando ya no estaba con ella, sino con su nueva pareja. Llama la atención que las agresiones contra las niñas sean de tiempo y nadie haya dicho nada, ni en su colegio  ni los vecinos. Se creó una cultura de silencio que hay que investigar”.
Flor está en un albergue, al igual que su hermano de 11 años. También sus dos medios hermanos de parte de su padre  y otros dos hermanastros. Seis en total, todos con signos de violencia psicológica, según Saavedra.
En el salón del Distrito Policial N° 3 de Ciudad Satélite velaron a la niña. Ahí estaba su ataúd forrado con terciopelo blanco. Un charco de cera derretida a sus pies, sobre el azulejo, con 50 velas aún prendidas.
La gente, los desconocidos, se acercaban en fila para hablarle. El cajón estaba cerrado. Alguien puso una muñeca con ropa rosada a la que un bicho le caminaba por la cara. Le dejaron bombones, chupetes y panetones en miniatura. En la caja de uno de éstos escribieron: “Querido Papá Noel, para esta Navidad quiero…”. Nadie completó esa frase.
   Rosario Limachi, la trabajadora social del Grupo de Apoyo Civil a la Policía (GACIP),  conoció a la niña viva, pero nunca despierta. Tan mal la dejaron con la golpiza que necesitaba 3.000 bolivianos diarios en medicamentos. “La ayudamos en eso, para que mejore”.
 La recordó semidesnuda, con un pañal, vendas y el rostro hinchado. “Por lo menos ahora vive en el cielo, acá estaba sobreviviendo”, comentó entre sollozos.
Comenzó la misa. Una mujer que se arrodillaba a cada rato y abrazaba el ataúd convirtió a Abigail en “un ángel con una varita mágica”. El cura que dio la misa dijo que era “una mártir que dio su vida por la de otros niños”.
Para los familiares de la difunta hubo pocos abrazos de paz y menos pésames.
 El comandante general de la Policía, René Salazar, que había llegado poco antes, tomó el ataúd por una esquina. La subcomandante Rosa Lema lo hizo por la otra. El comandante departamental, Abel de la Barra, por la tercera. El tío Carlos de Abigail sujetó la cuarta.
 El carro fúnebre bajó desde Ciudad Satélite hasta el Cementerio General escoltado por motocicletas de Tránsito y carros policiales. La gente y los perros  miraban extrañados la caravana.
 Depositaron el cajón en un pedestal de la capilla. La gente gritaba lo de siempre: ¡Justicia! Algunas mujeres preguntaban “¿Está aquí la madre?”, con esa intención de “si la veo aunque sea le hago llegar uno”. “¡Jaj!, cómo va estar pues si está detenida”, habló un hombre.
A Virginia Mamani la enviaron a la cárcel de Miraflores por infanticidio “en comisión por omisión”, es decir que no hizo nada para evitar la suerte de su hija.
 Los policías empujaron el ataúd hasta el fondo del nicho. Allí habló el tío Carlos. “Usted sabe viceministro (Carlos Aparicio, presente en el lugar) que yo quise ayudarla, intenté, pero ya fue tarde”. Le caían las lágrimas, la  abuela se cubrió el rostro con su sombrero.
 El mausoleo policial, donde la niña era enterrada, fue rodeado por decenas que gritaban, insultaban, lloraban. Los familiares escaparon, no se quedaron por su propia seguridad huyeron en una camioneta de la Policía.
 “No es pues venir y llorar. ¿Qué hicieron ellos, dónde estaban?”, cuestionó una  mujer.
Abigail fue enterrada en el nicho cuatro de la segunda fila contando desde el piso. Le dejaron dentro la muñeca vestida de rosado y los bombones.
 34 infanticidios hasta noviembre
De enero a noviembre de este año el Ministerio Público registró 34 casos de infanticidio en el país, según una nota de prensa de la Fiscalía General.
La información, extraída del Sistema I4, establece que en La Paz hay 15 casos, ocho en Oruro, cuatro en Santa Cruz, tres en Cochabamba, tres en Tarija y uno en Chuquisaca. En Potosí, Pando y Beni no se registró ningún caso.
El fiscal general, Ramiro Guerrero, enfatizó que se debe trabajar en la prevención antes que en los castigos.
 En cuanto  a maltrato y otros tipos penales hacia niños y niñas, se reportó 63 casos en Beni, 112 en Chuquisaca, 83 en Cochabamba, 339 en La Paz, 124 en Oruro, 58 en Pando, 201 en Potosí, siete en Santa Cruz y 40 en Tarija. Total 1.027.
Por otro lado, en cuanto a maltratos a adolescentes se tiene 71 hechos en Beni, 144 en Chuquisaca, 73 en Cochabamba, 362 en La Paz, 141 en Oruro, 66 en Pando, 268 en Potosí, 13 en Santa Cruz y 68 en Tarija.
Fuente Página Siete

 

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