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Política

¿Le puede pasar al MAS lo mismo que al PT brasileño?

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La victoria electoral de Jair Bolsonaro ha sido abrumadora, no sólo en porcentaje del electorado sino que ha ganado en casi todos los estados. Según muchos analistas los electores  no votaron tanto por Bolsonaro como contra el Partido de los Trabajadores (PT).

El candidato presidencial de impecables credenciales, Fernando Haddad, quedó atrás pero también otras personalidades emblemáticas como Dilma Roussef dejaron sus huesos, ya en la primera vuelta. La pregunta es ¿por qué los votantes castigaron tan fuertemente el PT? Subsidiariamente, ¿por qué eligieron  a alguien que, a ojos de los que tienen convicciones democráticas, aparece como impresentable?

La explicación más simple es que la corrupción y las acusaciones de corrupción, algunas veces infundadas, se cargaron al PT. Contribuyeron también al desastre electoral del PT el bajo crecimiento del PIB y el alto desempleo durante varios años. Otro factor determinante fue el tema de la delincuencia, que mostraba que los gobiernos del PT habían fallado en asegurar un servicio esencial. El bandidismo era una clara falla del gobierno.

Se puede conjeturar que Bolsonaro ganó porque fue percibido como el candidato que mejor resolvería los problemas, aún con métodos reprochables.  A la gente no le importó que sea un bocón.  El discurso de que regresaría la derecha no tuvo eco entre los votantes. El neoliberalismo ya no los asustaba. Más bien caló hondo el fantasma de que el Brasil pudiese convertirse en otra Venezuela.

En el país el MAS utiliza el cuco de la derecha y los neoliberales pero  los votantes ya no toman en serio ese papo. Más aún, las vedas que las turbas masistas han impuesto en partes del territorio nacional, con el argumento de que es para que no entren los de la derecha, le estarán haciendo perder votos al MAS, que de entrada ya tiene una imagen de autoritario, de la que no ha podido sacudirse.

Pero donde más analogías hay entre el PT y el MAS es en sus fallas de gobierno (que muchas veces son más graves que las fallas de mercado de las que hablan los economistas). En el Brasil la falla principal fue la de seguridad ciudadana. En el país la falla principal es la de la justicia (las hay también en salud y educación). Sin justicia un país no puede funcionar y menos prosperar.

La principal función de un gobierno es la de proveer bienes y servicios esenciales para la colectividad. Justicia y seguridad ciudadana son servicios públicos por antonomasia y un gobierno que no los proporciona se habrá  aplazado como gobierno. En cambio, no es función de los gobiernos administrar fábricas de camisetas ni de cartón.

Las prioridades en un país organizado son otras. Los electores, más tarde o más temprano, se dan o se darán cuenta que sus impuestos y sus esfuerzos están siendo dilapidados en empresas y gastos no esenciales, mientras que lo importante ha sido relegado.

Después de las varias desilusiones que ha sufrido el gobierno del MAS, siendo la última el fallo de La Haya, ahora piensa haber encontrado su tabla de salvación en el crecimiento del PIB, que quiere hacernos creer que es maravilloso.

Aún si se admitiera que las cifras del INE son fidedignas, no sé si estamos mejor subiendo la tasa de crecimiento del PIB pero aumentando las vulnerabilidades que nos pueden llevar a la hecatombe.  No estamos en una situación crítica pero podríamos caer en ella. Las luces del semáforo todavía no están en rojo pero ya están en amarillo.

En el Brasil, en los primeros años del PT, también se crecía bien pero luego vino el desastre, como nos lo recuerda Gonzalo Chávez. En nuestro país, el crecimiento ha sido más duradero pero, con un ojo en las elecciones, no se están tomando oportunamente las medidas correctivas. Peor aún, algunas decisiones son  calamitosas, como la del doble aguinaldo.

Ya es hora de un cambio de timón. Felizmente para la democracia no tenemos un candidato del perfil  de Bolsonaro.  Nuestros posibles candidatos legales son más bien juiciosos social demócratas, políticamente correctos. Hay que darles su chance antes de que aparezca un Jair Messías. Tomado de Página Siete

Por Juan Antonio Morales

 

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