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¿Bolivia, es un país machista? 

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Bolivia cuenta con uno de los índices más altos de participación política por parte de mujeres en el mundo. Pero para las mujeres en poder, como Bertha Quispe, alcaldesa de Collana, a menudo sufren acoso y violencia política.

La alcalde de Collana, Bertha Quispe, en la plaza principal de su pueblo. (Foto por Irene Escudero)

La alcalde de Collana, Bertha Quispe, en la plaza principal de su pueblo. (Foto por Irene Escudero)

Bertha Quispe tenía 28 años cuando la eligieron alcaldesa de Collana, un pequeño municipio del Altiplano boliviano de poco más de 5.000 habitantes que se dedican a la ganadería y a la minería a cielo abierto. Quispe es joven, indígena aimara—como la mayoría de los habitantes de Collana—y originaria de una pequeña comunidad en el municipio.

Entraba a un mundo dominado por hombres en un país donde la participación política de las mujeres crece a marchas forzadas. Desde 2014, la mitad del Parlamentario nacional son mujeres y, desde las elecciones municipales de 2015, las mujeres tienen un 51% de representación en los concejos municipales. No obstante, Quispe es una de las 29 alcaldesas que hay en Bolivia: sólo el 8% de los municipios están gobernados por una mujer.

Hasta entonces, todos los alcaldes de Collana habían sido varones, de más edad que ella y residentes en el núcleo urbano principal del municipio. Pero también las autoridades indígenas y los representantes sindicales locales, interlocutores cotidianos de la alcaldesa, son mayoritariamente varones.

Quispe había comenzado sus estudios en el municipio y terminó la Secundaria en la ciudad de El Alto, a una hora de distancia en transporte público. En esa misma ciudad, la segunda más grande de Bolivia, estudió la carrera universitaria de Trabajo Social antes de volver a su pueblo, donde trabajó como maestra de escuela y comenzó a participar en las organizaciones de base, como el sindicato de mujeres campesinas Bartolina Sisa.

Bertha Quispe (en el centro) reúne con autoridades locales en el ayuntamiento para discutir proyectos de irrigación (Foto por Irene Escudero).

Bertha Quispe (en el centro) reúne con autoridades locales en el ayuntamiento para discutir proyectos de irrigación (Foto por Irene Escudero).

Antes de las elecciones municipales de 2014, cada uno de los siete territorios en los que se divide Collana hizo una asamblea para presentar candidatos a alcalde y concejales, una suerte de caucus locales del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido del presidente Evo Morales. Atendiendo a los principios de igualdad y complementariedad entre el género masculino y el femenino, cada asamblea debía proponer dos candidatos: un hombre y una mujer. A ella la consultaron por teléfono e, identificada con “el proceso de cambio” liderado por Morales, aceptó postularse.

Después, una asamblea con todos los candidatos eligió a Quispe para representar al MAS en la elección local. El 29 de marzo de 2015 ganó las elecciones con un pequeño margen de 51 votos. La victoria fue tan estrecha que su partido se quedó con minoría en el Concejo, con dos representantes de cinco, producto de que algunos electores votaron por ella para la alcaldía, pero no por los candidatos a concejales que la apoyaban.

Pocos meses después de que asumiera la Alcaldía, en junio de 2015, Bertha Quispe comenzó a sufrir acoso y violencia política. Antes hubo tensiones con concejales y dirigentes sociales varones, pero el verdadero conflicto se desencadenó a finales de febrero del año siguiente.

La alcaldesa ideó una nueva planificación urbana que cambiaba los límites entre las diferentes comunidades de Collana y sus oponentes la acusaron de beneficiar a su comunidad, Ichuralla Chico, y de actuar sin la aprobación del Concejo, lo que ella niega. El cambio del que se la acusaba consistía en una ampliación del territorio de su propia comunidad a expensas del de la comunidad principal —llamada simplemente Collana—. “Por un malentendido se ha empezado a malinterpretar la gestión”, dice. Quienes hicieron las acusaciones durante unos trabajos topográficos en los que Quispe no estaba presente—el día 27 de febrero—fueron algunos concejales, además de un líder indígena y el presidente de la cooperativa minera local CIMCO, que es el principal poder económico local con 1.200 socios y otros 300 empleados en tareas auxiliares. La queja desencadenó una protesta en el pueblo principal y un grupo de personas cerró las oficinas del Ayuntamiento.

El día 28 estaba programa una rendición pública de cuentas del municipio, pero en su lugar hubo una manifestación donde se detonaron petardos y cartuchos de dinamita,Bertha Quispe no pudo participar por el clima de violencia, según relató. “Entramos a la asamblea y había gritos de ‘fuera’; cuando yo quería dar uso de la palabra, no me permitían…y pues tuve que retirarme del lugar, salvaguardando mi integridad física porque era fea la manifestación que se realizó ese día”, rememora Quispe. Sus oponentes, pedían su dimisión sin permitirle dar explicaciones.

La entrada a la municipalidad de Collana (Foto por Irene Escudero).

La entrada a la municipalidad de Collana (Foto por Irene Escudero).

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