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Bolivianas trabajan cuidando a italianos del coronavirus

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(Infodiez-1/04/20)

Edelfrida Bustamente cuida a una mujer de 99 años, y ambas están encerradas desde hace semanas.

Carmen Rioja debe salir todos los días a trabajar a un centro de personas con discapacidad.Edelfrida está desde hace semanas encerrada en un departamento, junto a una mujer de 99 años; su trabajo es cuidar de ella; no salen ni a para comprar alimentos. Carmen hace lo contrario; no puede quedarse en casa, pese a los riegos; sale todos los días, porque trabaja en el área de salud en un  centro con personas con discapacidad.

Edelfrida Bustamente y Carmen Rioja son bolivianas. Ambas viven en Italia, justo en la zona más afectada por el coronavirus, COVID-19: Bérgamo, en Lombardía. Ahí, en la región norte, hasta hace pocos días, los casos de personas contagiadas superaban los 22 mil, y más de 2.500 habían muerto. En Bérgamo hay miles de compatriotas bolivianos; el coronavirus mató a uno y hay cuatro en terapia intensiva.

En Italia, la semana pasada terminó el invierno. La llegada de la primavera alienta a que, principalmente los adultos mayores, puedan salir a sus jardines sin estar expuestos al frío.

Edelfrida vive allá desde hace 16 años. Aunque en su trabajo, lo menos que hace es salir, expresa preocupación por la pandemia del COVID-19 que obliga a quedarse en casa; se entera de las noticias durante todo el día.

El departamento en el que vive, dentro de un gran condominio, es pequeño hay un baño, una cocina, una sala, un cuarto que comparte con la mujer que requiere sus cuidados y un jardín pequeño, que es estos días es su único contacto con el exterior. «A la señora no le saco, porque todavía hay neblina, humedad y algo de frío; ella no puede salir. Cuando haya más sol, le voy a llevar al jardín».

Recuerda que el coronavirus llegó primero a Lodi. De ahí se propagó a otrois poblados hasta llegar y atacar con más fuerza a Bérgamo. «Somos los más afectados en Lombardía».

Con la emergencia de salud y su delicado trabajo, el encierro no tiene fecha de conclusión. No sale ni para comprar alimentos. «Una familiar de la señora nos trae todo. Nosotras no salimos para nada», sostiene.

La cuarentena es distinta para Carmen, quien vive allá hace 18 años. No tiene opción de quedarse en su casa, porque debe cumplir con su trabajo de atención a una veintena de personas con discapacidad en un centro y, es más, hasta debe hacer jornadas dobles, porque tiene compañeras que no pueden asistir.

Desde su casa hasta su trabajo hace un viaje de 45 minutos en tren y media hora en metro. Al llegar al centro, debe cambiarse la ropa; y la misma rutina se repite cuando retorna a su casa. Viaja con guantes y barbijo, para evitar el contagio por las manillas y asientos en el transporte público.

Como personal de salud, tiene un permiso especial. «La Policía te para en cualquier momento y en cualquier lugar. Si no tienes justificativo para circular te cobran una multa, y si fueras una persona enferma puedes ser procesado e ir a la cárcel».

Explica que no puede ausentarse de sus funciones, porque las personas a las que atiende son vulnerables, y requieren atención especial. «Yo solo podría faltar si un médico certifica que estoy enferma, pero estoy sana».

Está consciente que de su salud depende la de los pacientes. «Ellos están aislados, solo nosotros podríamos contagiarles. Nos lavamos las manos a cada rato».

Una de sus colegas, quien trabaja en un centro de ancianos, donde ya murieron algunos, dio positivo al coronavirus, y está aislada en su casa, pero no requiere internación. Entretanto, en el trabajo de Carmen, por la ausencia de otras de sus compañeras, a ella y otras personas les toca quedarse el doble de tiempo. «Hoy entré a las cuatro de la tarde y saldré mañana a la una de la tarde», contó hace unos días.

EN POCOS DÍAS

Italia pasó en pocos días de dar atención gratuita de salud, incluidas cirugías y otros, a solo atender emergencias.

Edelfrida tenía programada una revisión médica, pero desde el hospital le dijeron «que no vaya»; no es posible atenderle ahora. Si la mujer a la que cuida se pone mal, primero la revisarían en su casa y solo en caso muy necesario la trasladarían a un centro médico. «Si algo pasara, seguramente me van a indicar cómo cuidarle aquí en la casa».

Ella confía en los médicos. «Ellos han dicho que la atención es igual para todos, ya sean jóvenes o mayores. Sabemos que las personas con defensas más bajas son más propensas».

Carmen asegura que «nunca se ha visto algo así» en Italia.  Ahora, hasta un campo ferial lo convierten en un espacio para 700 puestos de terapia intensiva. «Hasta los hospitales más chiquitos los han vuelto así. Ya no hay espacio».

Los casos de contagio y muerte se volvieron estadísticas, se cuentan por centenas cada día. El Ejército traslada los cuerpos para cremarlos. «En el condominio de al lado, murieron dos ancianos», dice Carmen.

Los enfermos renales son atendidos en sus casas. Los profesionales médicos llegan en ambulancias para hacer las hemodiálisis, al igual que a los pacientes que requieren quimioterapias.

Como en otros países, como Bolivia, las medidas frente al coronavirus en Italia comenzaron con determinaciones como el cierre de locales y tiendas a las seis de la tarde. Pero, no fue suficiente para frenar la pandemia, porque «la gente seguía caminando y había peligro». Entonces, decidieron ser más drásticos. La cuarentena fue fijada inicialmente hasta el 3 de abril, pero se extendió hasta mediados de abril.

APUNTES:

Los supermercados tienen horarios de atención en la mañana y en la tarde. La gente hace fila con distancia de más de un metro entre una y otra persona; entran en grupos pequeños, después de que salen otros, bajo controles estrictos.

Solo se puede salir a proveerse de alimentos o a la farmacia. En los supermercados, solo están habilitadas las secciones de alimentos, los demás fueron cerrados.

Quienes viven en Italia, no pueden trasladarse de un poblado a otro. La Policía realiza patrullajes.

Había fábricas donde continuaban trabajando. Pero, también decidieron cerrarlas. /Opinión

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