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Chile amenaza con represalia si gana Bolivia en La Haya 

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El canciller mapochino plantea relaciones con base en un armisticio. Sus abogados describieron consecuencias casi apocalípticas si Bolivia ganara en La Haya. Rodríguez Veltzé dice que se quedaron en el siglo pasado

 

 

 

En pleno Día del Mar, tras dos jornadas de alegatos ante la Corte Internacional de Justicia, el canciller chileno, Roberto Ampuero, puso muy en claro la visión de su país sobre cómo deberían ser sus relaciones con Bolivia. En las escalinatas del Palacio de la Paz, luego de un resumen de cinco puntos que desahuciaban la demanda boliviana, Ampuero finalizó su intervención en un aparente llamado a normalizar las relaciones.
“Invito a Bolivia a reconocer, valorar y respetar el Tratado de 1904 y no a intentar modificar los límites que están regidos por ese tratado. Llamo a su Gobierno a aceptar las realidades de la política, a aceptar la historia y a mirar hacia el futuro, pero siempre teniendo en cuenta que el Tratado de 1904 es lo que rige nuestras relaciones».

Como si en un siglo no hubiera pasado nada, Ampuero llamó a los bolivianos a entablar relaciones sobre la base de lo que fue la consumación política de la derrota de la Guerra del Pacífico, sobre un armisticio, que, según explicaron sus propios abogados en La Haya, fue el instrumento por el cual Bolivia perdió todo derecho soberano al mar. Esto provocó una rápida respuesta por parte del agente y expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé que dijo que Chile se había quedado en el siglo pasado.

“Chile está equivocado. Estamos en el contexto del siglo XXI en el que el derecho internacional permite a los Estados resolver diferencias a través de la justicia”, dijo el agente.

El segundo día de alegatos
Sam Wordworth, abogado inglés que se había quedado a medias la jornada anterior, trató de mostrar que las negociaciones de 1950 y 1975, en las que Chile sí ofreció mar con soberanía a Bolivia, fueron hechos aislados y que no constituyeron en obligaciones jurídicas posteriores.

El abogado inglés, cuyo apellido significa “palabras dignas”, puso la segunda base fundamental de los alegatos chilenos: por más que hubiera negociado, por más que en 1950 Chile hubiese devuelto una nota diplomática a Bolivia reproduciendo exactamente los términos de un compromiso de negociación enviado por el embajador boliviano, por más que haya anotado el acuerdo de Charaña entre sus tratados, nada de eso se constituye en una obligación de negociar, susceptible de ser exigida por Bolivia ante un tribunal como el de La Haya.

Esto lo redondeó Harold Koh, abogado estadounidense, que desató el apocalipsis sobre la base de la demanda boliviana. Dijo que Bolivia pretendía que cualquier cosa dicha o hecha por Chile se constituía en una obligación jurídica, pero que no consideraba que los hechos chilenos habían acabado con esa obligación.

Pero la verdadera argumentación de Koh apuntó a las consecuencias dantescas de la demanda boliviana: acabar con los conceptos básicos de la diplomacia, hacer que nadie se siente en la mesa de negociaciones porque eso provocaría una obligación jurídica, socavar los cimientos de la ONU y el mismo Pacto de Bogotá al dejar de ser intangibles los tratados y al dar la llave a cualquier Estado que se sienta insatisfecho podría llevar sus reclamos ante la Corte Internacional y obligar al otro Estado a cumplir sus expectativas y, por último, pone en riesgo la intangibilidad de las naciones.

Donde Bolivia ve obligaciones jurídicas, Koh y Chile simplemente ven diplomacia política, algo que Bolivia había definido antes como políticas dilatorias: alegar que el diferendo es un asunto bilateral en los foros internacionales, y que no hay nada que negociar en las conversaciones bilaterales.

Así, Mónica Pinto, la abogada argentina que sucedió en el estrado a Wordworth, aseguró que las resoluciones de la OEA no son vinculantes y que todos los diplomáticos que acuden a la Organización de Estados Americanos lo hacen con la certeza que al levantar la mano para aprobar una resolución no se están vinculando jurídicamente con ella. Es decir, son simples recomendaciones.

La otra argumentación chilena es que en democracia no hubo otra resolución de la OEA que respaldara mar para Bolivia ni se discutió en ningún momento acceso soberano al mar. En efecto, desde que ambos Estados recuperaron la democracia y entraron a un periodo de gobiernos más o menos institucionales, Chile nunca más ofreció soberanía a Bolivia, como lo habían hecho gobiernos de facto o regímenes elegidos por voto, pero con ciertos carácteres represivos, como el de González Videla.

De explicar eso se encargó el australiano Ben Juratowitch, que consideró que la frase “diálogo sin restricciones” expresada en el pronunciamiento conjunto de ambas cancillerías en 2000, durante un encuentro en Portugal, no era un sinónimo de mar. Tampoco cree que la frase “tema marítimo”, incluido como el punto 6 de la Agenda de 13 puntos convenida entre Evo Morales y Michelle Bachelet, haga necesariamente referencia a mar con soberanía, pese a que Bolivia ha expresado ante la corte que había otro punto de la negociación que hacía referencia al libre tránsito de mercancías por los puertos que son propiedad de Chile.

Esto llevó a Juratowitch a reafirmar la tesis chilena de que la demanda boliviana no se debe a ninguna negativa mapochina de negociar, sino al simple y tácito cumplimiento de la Constitución de 2009, que obliga a los gobernantes a reivindicar el derecho soberano al mar y a los territorios del Litoral cautivo. Bajo esa lógica, Bolivia no podría aceptar nada que esté por debajo al mar con soberanía. Evo Morales explicó en 2013 y hace pocas semanas que las discusiones de la Agenda de 13 puntos llegaron hasta el punto de dos propuestas chilenas: enclave, por parte de Bachelet, y corredor, por parte de Piñera. En ambos casos en comodato, con autonomía pero sin soberanía. Cuando se intentaron cristalizar ambas propuestas, los chilenos se echaron para atrás y llevó a Bolivia a denunciar el conflicto ante La Haya. El lunes, Bolivia tendrá la oportunidad de responder a todo esto, mientras que Chile terminará con la fase oral el miércoles, antes de que la CIJ se retire a deliberar.

Los puntos chilenos

Bolivia cambió su demanda
Cuando la presentó en diciembre de 2013, la demanda boliviana era de negociar mar con soberanía, algo que, según Chile, quedó descartado en las objeciones preliminares. Esto resurgió en el juicio y ahora se suma la obligación positiva a negociar hasta alcanzar un acuerdo.

Doble posición
Para Chile, algunos abogados bolivianos piden solo una negociación, mientras otros exigen una porción de territorio y mar.

Pone en riesgo las fronteras
Observan que una victoria de Bolivia puede significar el final de la intangibilidad de las fronteras internacionales.

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