Bolivianos en Argentina
Discriminación en Argentina: No lo ayudan por ser boliviana
Desconectados de una realidad económica próspera, los pequeños y medianos productores radicados en las chacras del Instituto de Desarrollo del Valle Inferior (Idevi) atraviesan momentos que rayan con la pobreza estructural. Pese al potencial que presenta esa colonia agrícola y la zona circundante, que abarca a la vecina localidad de San Javier, enfrentan todo tipo de carencias para subsistir.
El caldo de cultivo de su pobreza tiene origen en un sistema de arrendamiento y de comercialización de la era de piedra. De acuerdo con la visión de quienes mantienen contacto con los que ponen el lomo durante las cuatro estaciones del año, ellos alquilan entre una o 10 hectáreas en las parcelas. Allí trabajan en la producción diversificada de horticultura y la venta se reduce a la Feria Municipal y a los comercios capitalinos.
El panorama, es desalentador para los productores. Su tecnología de labranza está desactualizada, hay mucha mano de obra familiar, los organismos de control laboral e impositivo los tienen bajo la lupa y le decomisan mercaderías por no contar con registros. En muchos casos, se han ido reduciendo y optan por alquilar cada vez menos espacio.
Y todo empeora en estos días, los insumos están dolarizados y en consecuencia, cuando deben reponer semillas o fertilizantes para control de plagas abonan a los proveedores con un precio imposible de sostener.
Para Sergio Otermín, uno de los productores, el lema “la tierra es para quien la trabaja” es un verso ya que la actual estructura de funcionarios del Idevi “tienen un diagnóstico equivocado”, dijo y puso como ejemplo que “no tienen tema de agenda. En lo productivo, están realizando una encuesta agropecuaria con preguntas que deben responderse en la Pampa Húmeda”.
Unos meses atrás, un “camionetazo” de los productores por las calles de Viedma fue una demostración de fuerza para denunciar la situación que definieron como “terminal y catastrófica”, ante la suba de los insumos y una gran reducción del mercado interno.
Pero siguen sin conseguir financiamiento. Están en riesgo las posesiones y títulos comunitarios de los pequeños productores, la eliminación del monotributo social agropecuario y han visto el desguace de la Secretaría de Agricultura Familiar cuyos técnicos eran su sostén.
Hoy viven acorralados y los que conocen la problemática afirman que algunos deciden emigrar hacia los barrios periféricos para trabajar de albañil y la mujer de empleada doméstica.
Según el último informe oficial que surgió, compilado en forma inédita para el sector luego de un “peinado” de las chacras y aledaños, los agricultores o peones rurales, aspiran a un lote social para mejorar la calidad de vida de todo el grupo familiar. El registro anual del área de Ordenamiento Territorial se llevó a cabo sobre un total de 137 familias con puntaje como para una adjudicación.
De los expedientes surge que “existen familias en situación de vulnerabilidad extrema que requieren un abordaje profundo y una asistencia por parte del Estado (con la intervención de los organismos pertinentes) más integral”; advierte Mariana Goulú Lewis, Jefa de la División de Ordenamiento Territorial y Hábitat Social del Idevi.
Cuando muchas familias de humilde condición golpean las puertas del Idevi para reclamar un apoyo crediticio o por un lote, quedan al desnudo mayores privaciones dentro de la colonia.
En las parcelas de los arrendatarios todos están en el campo sembrando tubérculos o bien regando. Pasan horas entre los almácigos y la labranza, trabajan de prestado dentro de una parcela y viven en un rancho fabricado con nylon y postes de álamos.
El deterioro social se observa en las chacras y también en el poblado de San Javier donde hay un loteo social, y las casas se alquilan porque los dueños -también arrendatarios- migraron a ganarse el pan a otra zona rionegrina o a Comodoro Rivadavia.
A la familia de Rosa Escobar y Walter Mendoza Chambi, las circunstancias los obligaron a alquilar una pequeña casa en el barrio social de la vecina localidad para vivir con sus tres hijas, varios perros y una pequeña huerta.
“Por favor, por favor”, dice Rosa y alguna lágrima cae cuando pide ayuda para conseguir una solución a su crítica situación. Lo que ganan no alcanza para vivir y a eso se suma que cada mes deben pagar el alquiler.
“Nosotros con Walter -apunta- nos vinimos al barrio porque vivíamos en una casillita de una chacra junto al río donde sembrábamos verduras que luego venían los mayoristas a comprarnos, pero las nenas tiene que ir a la escuela acá en San Javier, y en los días de lluvia el colectivo no pasaba y se nos complicaba todo”, cuenta.
El marido desarrolla servicios para terceros de limpieza de acequias, riego, siembra cebolla y maíz que luego comercializa en negro a los que viene de afuera. El poco dinero que gana les sirve para invertir en tareas de labranza.
“Acá el invierno es dificultoso porque no tenemos calefacción -dice Rosa-, además yo soy de nacionalidad argentina nacida en San Juan, mi padre es boliviano, y por tener cara de boliviano, cuando voy a hacer algún trámite (en las oficinas del Idevi), antes de que entre me dicen que no tengo posibilidad de acceder a un lote, porque no tengo antigüedad en la zona”.
Fuente: Diario Río Negro
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