Francisco cumplió un sueño. Siempre quiso conocer a la virgen del Rosario de Chiquinquira que es la primer devoción de los colombianos. Estamos hablando de uno de los pueblos más marianos del mundo. La llaman la Reina de Colombia.

Hay quienes se preguntan cómo puede ser esto si entre ellos también hay narcotraficantes, guerrilleros. Es muy simple: la virgen no le pide el prontuario a sus fieles. Francisco sabe rezar y hacerse oír con sus oraciones. Le encomendó a ella a sus hijos más frágiles, heridos y excluidos. Chiquinquira quiere decir lugar de nieblas y pantanos. Los jóvenes lo ovacionaron.

Los cautivó, les habló desde un lugar de alumno: “vengo a aprender de ustedes, de la fortaleza ante la adversidad”. Su Santidad utilizó el lenguaje de ellos, los chicos bogotanos a quienes llamó “cachacos”, pero también a quienes venían de otros lugares que los nombró por el gentilicio: costeños, caleros, boyacenses.

Esto no es cosa de un día. El Papa está preparando esta gira desde hace meses. Estudia. Suspendió las misas en Santa Marta porque estaba abocado, concentrado en Colombia. Abrazó a todos con sus palabras. Los jóvenes habían pasado toda una noche en vela.

No fueron pocos quienes por respeto se vistieron de blanco. Llevaban despiertos desde la vigilia de la oración en la víspera del aterrizaje del vuelo Papal que debió desviarse por el Huracán Irma. Algo que lo muestra cómo un líder mundial, es como le hacen caso, en más de una oportunidad le he oído hacer participar a todos de alguna frase. La del miércoles a los jóvenes fue “Dios nos ama con amor de Padre”.

Dijo: “repitan conmigo”. Obedecían al pie de la letra. Tampoco nadie se explica a ciencia cierta cómo a Francisco no le afectan los cambios horarios. Tiene siete horas de diferencia con Roma. No se lo vio cansado. Para nada. Tampoco altera su ritmo habitual. Almuerza y duerme la siesta, que para él es a amanecer dos veces en el lugar del mundo que sea.

Bergoglio es un hombre de palabra. Hace dos años en septiembre, durante su estadía en  Cuba, Raúl Castro le anticipó que La Paz en Colombia estaba a un paso. Él respondió “si es así, yo voy”. Ahí está, como Crónica, Firme junto al pueblo.

El de este viernes en Villavicencio es la jornada más esperada. Casi se podría decir que es la más importante. Comienza con una misa en la cual se esperan más de 500 mil personas. Luego en una ceremonia restringida, que presidirá Francisco, habrá un encuentro de reconciliación entre victimas y victimarios de la guerrilla.

Un gesto caracteriza a Bergoglio mira a la multitud, pero parece que lo hace uno por uno como oteando a cada uno en sus ojos. Por eso se oye decir, con frecuencia: “el Papa me miró, me vio”. Pecar, errar es humano, perdonar es divino. Hay expectativa, esperanza por la sanación de las heridas que alentará Francisco.

Desde el punto de vista ancestral, la gran ventaja es que están vivos víctimas y victimarios. Es más fácil perdonar desde el presente. Una vez más seremos testigos de los gestos milagrosos de un argentino que sin duda será Santo.