Sociedad
Ayuda para Alex Ferrufino Maldonado quedó sin brazos ni pies
Alex Ferrufino Maldonado necesitará no solo una prótesis, sino cuatro. Era electricista y hace un mes, un cable de media tensión atravesó su cuerpo, entró por sus manos y salió por sus pies. Quemó muchos tejidos a su paso.
Los médicos intentaron salvar sus atrofiadas extremidades, pero no pudieron. Finalmente tuvieron que amputar brazos y pies.
Ahora está postrado en una cama del hospital Univalle. Su situación no es estable. Tiene aún una infección que vencer. Los exámenes de laboratorio son el pan de cada día. Deben monitorear la reacción de cada uno de sus órganos.
El gerente propietario de la empresa para la que trabajaba no lo visitó nunca y solo hizo un depósito a una cuenta. Ahora ya no contesta ni las llamadas telefónicas ni lee los mensajes enviados por este diario a su WhatsApp.
EL ACCIDENTE Alex Ferrufino Maldonado tiene 45 años y toda su vida fue electricista. Viajaba constantemente, pero hace más de dos años se quedó con la empresa de Jhonny Mariscal quien se adjudicó la ejecución de instalaciones eléctricas principalmente en provincias. Los contratos los firmaban con alcaldías.
“Fuimos a trabajar con mi compañero. Estábamos haciendo una ampliación de alumbrado público. No teníamos suficiente personal y ese trabajo era para más personas. Tendríamos que habernos dividido las tareas. Cuando subí a colocar la luminaria, resbalé y la luminaria alcanzó al cable de media tensión. La descarga entró por mis manos y salieron por mis pies. Caí del poste. Pero nunca perdí el sentido”.
En el hospital Viedma fue recibido en Emergencias, pusieron cremas para quemaduras sobre sus heridas y pidieron que especialistas lo vean. La familia llamó a un cirujano plástico y a otro traumatólogo, pero no respondían al celular.
Las extremidades de Alex cambiaron de color. Los pies y brazos estaban prácticamente carbonizados. La familia se desesperó y tomó la decisión de llevarlo hasta el hospital Univalle.
Tras unos días, los especialistas tomaron la decisión de cercenar primero las manos. Dos días después, los pies.
“Me pregunto ¿qué haré cuando salga de aquí?. A veces pienso que debería haber muerto. Me siento como un gusano”, llora.
Toma unos segundos y halla fortaleza. “Pero tengo a mi familia, mis amigos me dan mucha fuerza para seguir adelante. ‘Vamos a conseguir todo y lograr que camines como antes hagas las cosas que hacías con sus niños’, me dicen. Gracias a Dios tengo mi familia. Me han demostrado que me quieren y que tengo que salir adelante. No será ningún impedimento. Vamos a seguir”.
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