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Celos, amantes y vídeos hot hicieron caer la estructura narcopolicial más grande de Santa Cruz

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Suen Wang denunció a Guiguita, esposa del capitán de Policía Fernando Moreira, por haberla agredido. Guiguita difundió videos íntimos de su esposo y Wang.

Fue un escándalo tan sonado, que todos los canales de televisión cruceños acudieron a reportarlo. Y, como uno de tantos líos que la tele se ocupa de registrar para alimentar sus noticieros diarios, aparecieron las declaraciones de Suen Wang, en la puerta de la FELCC, denunciando a Esther (Guiguita) Arteaga, esposa del excapitán de Policía Fernando Moreira, por haberla agredido con una tijera y un palo en la oficina del policía por “celos injustificados”.

No fue la única que declaró. El griterío fue tal que también opinaron otras y otros efectivos del orden que trabajan en la dependencia más importante de lucha contra el crimen de Santa Cruz, y comentaron que Moreira se encerraba en su oficina y realizaba larguísimas fiestas, con mujeres, alcohol y drogas. Y también se conoció que no sólo su despacho, sino toda la estación policial era sede de bacanales en las que participaban, además del excapitán Fernando Moreira, su jefe el excoronel Gonzalo Medina y la plana mayor de las autoridades policiales.

Pero mientras corrían los chismes y se hacían notas para los noticieros sobre el escándalo, la esposa de Moreira, herida en su orgullo, tramaba venganza del marido.

Después de irrumpir por la fuerza en su oficina el 3 de abril de 2019 y presuntamente encontrar a su esposo en situaciones incómodas con su supuesta amante, Arteaga no sólo la sacó a golpes y amenazas de muerte, sino que confiscó el celular de su cónyuge.

Es así que al verse denunciada por la presunta amante  y por varios otros testimonios que daban cuenta de la gresca, optó por lanzar a las redes sociales los videos que detallaban, sin censura alguna, el romance entre Moreira y Wang.

Fue la comidilla de la ciudad durante varios días. Videos con sexo explícito, pero también imágenes de Moreira compartiendo consumo de cocaína en su propia oficina y en otros espacios, fiestas con el alto mando policial y otros circularon por WhatsApp a gran velocidad.

Fue entonces -antes de que el 13 de abril se conociera un audio en el que el coronel Rómulo Delgado reclama al director nacional de la FELCN, Maximiliano Dávila, por su destitución, argumentando que ésta se debería a que él instruyó investigar a dos jefes policiales de Santa Cruz por un caso de narcotráfico- que los ojos de todo el país se posaron en los exoficiales Medina y Moreira.

El 23 del mismo mes ambos fueron aprehendidos para ser investigados por narcotráfico.

.Suen Wang  salió a los medios y denunció agresiones.

Fotos comprometedoras

Mientras el chisme se apoderaba de las redes sociales con imágenes que no dejaban nada para la imaginación, Moreira quizás trataba de apaciguar a su esposa, y la presunta amante dejaba el país y del alboroto.

Pero, aunque las aguas se calmaron, fue demasiado tarde, pues los internautas empezaron a indagar en las redes sociales y descubrieron que tanto Moreira como su jefe no sólo participaban de fiestas por todo lo alto, sino que realizaban frecuentes viajes fuera del país. En uno de ellos, el más reciente, posaban en Cartagena de Indias con sus esposas y con Pedro Montenegro, un conocido narcotraficante buscado por Interpol desde 2015, pero que en Bolivia no sólo  gozaba de absoluta libertad y reconocimiento social, sino que se codeaba con la estructura mayor de las fuerzas del orden.

Pedro, amigo íntimo del hijastro del excoronel Medina, Robin Justiniano, había invitado a casi 20 personas con todo pagado a Cartagena para pasar el Carnaval. Las fotos de la diversión del grupo de amigos  también corrieron como pólvora en las redes sociales.

Fue solamente entonces que el rompecabezas tomó forma para el público  y fue evidente la cercanía e intimidad de los jefes policiales con este narco que frecuentaba la estación policial de la FELCC como Pedro por su casa, organizaba fiestas y viajes, y  hasta era condecorado por las autoridades.

Montenegro, que también compartía con Moreira y Medina el gusto por la jarana y las mujeres, no fue denunciado por su propia esposa, pero se conoció al menos una de sus presuntas relaciones “comerciales” con misses y modelos cruceñas.

En el caso que se hizo público, con A.M, no se ha comprobado que mantuvieran otra relación que la personal, pues no se ha constatado ninguna vinculación de ésta con las actividades ilícitas de Montenegro, a excepción de algunos regalos suntuosos  que recibió.

La esposa de Medina también tuvo su momento, cuando   apareció ante las cámaras de los canales locales  pidiendo garantías para ella y su familia, pues temía que ante las revelaciones conocidas y las acusaciones que empezaban a tomar forma  “los colombianos”  pudieran acabar con su vida.

Con la ayuda de las esposas y el impacto de las redes sociales, no era muy difícil atar cabos y determinar el grado de connivencia que habían tenido las fuerzas policiales con el narcotráfico   y cómo la vida de abierto despilfarro y orgía era parte permanente de las dependencias de lucha contra el crimen en la segunda ciudad del país.

Un narco con aspiraciones

Antes de cumplir los 40, Pedro Montenegro, el narco que ha dejado al descubierto la penetración del poder de la droga en las instituciones del orden y las autoridades bolivianas, ya había logrado casi todas sus metas.

No era un empleado más de los cárteles colombianos, era un verdadero “socio” de los mismos y como tal era protegido en el país por “sus amigos”, a quienes generosamente retribuía, y de los cuales recibía reconocimientos que no cualquier ciudadano ostenta.

Auspiciaba fiestas, campeonatos, canchas y viajes; tenía título de abogado en provisión nacional, frecuentaba a los jueces, pues aspiraba a ser uno de ellos y era parte de círculos sociales tradicionales de la sociedad cruceña, a los que había llegado con buen pie: una casa en Las Palmas, en la que incluso tenía discoteca, le daba carta de ciudadanía.

Aunque de su actividad económica sólo se conocía públicamente que tenía una tienda de ropa en el tercer anillo, frente al Hotel Casa Blanca, la vida que llevaba junto a su esposa Jennifer Rodríguez era de absoluto lujo. Vehículos de cientos de miles de dólares (como el Porsche azul de su propiedad que estrelló una joven en estado de ebriedad en el Urubó, sin que se investigue a fondo el caso), fiestas y viviendas suntuosas eran parte de su cotidiano, y sus amistades recuerdan haberse preguntando, sin mayor incomodidad aparentemente, de dónde sacaba tanto dinero.

En contraste, su familia, especialmente su madre, vivían en una modestia que rayaba la pobreza, pues sus amigos dicen que “no era pegado a ellos”.

Amistades que cuentan su vida como una novela, las esposas de los policías que hablan más de la cuenta por celos o por miedo y las redes sociales que encierran todo lo que se puede y no se puede saber, han dibujado el destino de Montenegro, que se entregó ayer a las autoridades, y de los policías que lo auparon. Estos últimos aún guardan muchos secretos que al parecer estarán mejor protegidos en Palmasola, adonde serán llevados, luego de un breve paso por la cárcel de San Pedro de La Paz. Fuente: Página Siete

 

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