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Municipio de Achacachi vive inundada de basura y sin seguridad policial

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Vecinos dicen que no cuentan con iluminación en las calles. De acuerdo con expertos, la quema sin precaución de plásticos genera compuestos cancerígenos.

 

Minutos antes de llegar a la población de Achacachi, ubicada a 99 kilómetros  de la sede de Gobierno, ya  se observan montones de basura.  En algunas calles del pueblo,   los desechos se mezclan con  los charcos de agua sucia y de mal olor  que se forman en los baches de las vías. La escena se repite en  todos los rincones de este municipio.

“No hay  una empresa que recoja la basura”, cuenta uno de los vecinos de Achacachi  quien,  pese a evitar botar la envoltura de sus galletas,  dice que como él hay muy poca gente que  es consciente de no ensuciar más la plaza principal de ese municipio.

El vicepresidente de la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve) Achacachi, Javier Quito, lamenta esa situación. “Estamos inundados con la basura”,  dice y afirma  que esa realidad se vive desde febrero del año 2017, fecha en la  que salió el alcalde Édgar Ramos de su oficina de esa región y no retornó más. “Entonces, por lo menos nos hemos organizado para mantener limpia nuestra ciudad”.

Entre el 14 y 15 de febrero de 2017 detonó un conflicto entre los vecinos y Ponchos Rojos de la región por una polémica con la gestión del Gobierno Municipal de Achacachi. Los vecinos exigían la rendición de cuentas del alcalde del Movimiento Al Socialismo (MAS), Édgar Ramos, pero el burgomaestre no hizo caso a ese pedido, por lo que la población decidió quemar su vehículo y enseres  de su casa para exigir  su renuncia.  Mientras que los Ponchos Rojos salieron en defensa  del burgomaestre y destrozaron viviendas y saquearon tiendas en represalia.

Después de 10 días de tensión,  bloqueos de caminos y el traslado del conflicto a La Paz,  ambos grupos firmaron un acta de paz, documento que    establece que el Alcalde de ese municipio no retorne a sus funciones.  Aunque desde hace unos meses, Ramos ejerce su labor en Warisata.

Quito explica que debido a ello, ese año, los  pobladores  se organizaron para que delegaciones de vecinos y los mismos estudiantes de las   unidades educativas se encarguen de limpiar  las calles de la urbe. “Hasta las volquetas de arena nos han ayudado a recoger nuestra basura. Ese año no nos cobraron”, acota.

Todo cambió este año por la dejadez   de la gente.   “Nos hemos descuidado bastante”, admite  y cuenta  que  ya no reciben ayuda de los  choferes de las volquetas, si los vecinos  requieren de este servicio  tienen que pagar.  “Algunos se pusieron de acuerdo en seguir pagando, pero la mayoría, no”.

Asegura ahora  que la basura está en todo lado. Y eso no es una exageración. Achacachi se  observó que todas las calles están llenas de basura.  Las esquinas del  pueblo están inundadas  de    bolsas y  botellas de plástico.

¿Qué hace usted con su basura,  señora? Doña Olga,  propietaria de  una tienda en la plaza central de Achacachi, responde:  “Eso pues, no podemos hacer nada. Guardo la basura en bolsas negras durante una semana. Luego  las dejo  en la orilla del río y las  quemo. No tenemos otra alternativa”, dice.

Asegura que cada semana almacena entre 10 a 12 bolsas. “Es que tenemos basura por la tienda”, indica  y comenta   que en su mayoría son cajas y  plásticos, también  desechos de la cocina.

Doña Teodora, quien vende jugo de naranja en la plaza, asegura que tiene mejor suerte porque todas las cáscaras  son entregadas a una amiga.  “Ella viene con su auto y recoge todo. A veces lleva todo el taxi lleno. Dice que es para abono.  Es de gran ayuda  porque no debo  buscar un  lugar para botar”, cuenta.

Resalta que los desechos que generan en su casa son recogidos  por una  volqueta. “Guardamos la basura. Cada semana, viene la volqueta que contrató nuestra calle. Entonces entregamos las bolsas”, dice. Aclara  que esos desechos  son trasladados  al botadero que tienen en el pueblo.

De acuerdo con Quito, una minoría de la ciudad es la que recoge  su basura. Las volquetas no son los vehículos adecuados para recoger los desechos. “No hay un tratamiento adecuado de la basura”, comenta.

Quito asegura  que el otro grupo de vecinos,  “la mayoría”, no tiene ese privilegio y debe lidiar en sus viviendas con sus residuos y con las moscas.

“Muchos optan por llevar al borde del río Queca, que lamentablemente ahora está muy contaminado”, dice apenado.

Esa versión es cierta. En el recorrido se encontró al menos 500 metros del río, se observó bastante basura y a la vez se sintió un olor nauseabundo, no sólo por la descomposición de los residuos, sino por la quema que había de esos desechos.

“No nos queda otra alternativa. En caso de  que no realizamos quemas, nos inundaremos de basura”, asegura don Orlando, quien llegó cerca del puente Queca para dejar la basura que trasladó de un consultorio odontológico privado.

“A mí me pagaron 10 bolivianos por traer esto”, dice el hombre de más de 60 años, quien dejaba  los residuos, ya que ni él aguantaba el olor que se desprendía del lugar.

A unos pasos de los promontorios de basura, se encontraban grupos de personas, unos  lavaban ropa y otros limpiaban a un cerdo carneado.  Todos decían estar acostumbrados a ese olor.

El investigador de Swisscontact, Freddy Koch, explica que cuando el plástico se quema en condiciones no adecuadas, “es sumamente peligroso para la salud,  porque genera compuestos cancerígenos”.

El experto asegura que la inhalación de esos compuestos en tiempos prolongados   puede afectar a la población. Añade que por lo general, en el área rural el 80% de la basura de la gente es orgánica y el 20% inorgánica, es decir los plásticos y otros.

Por eso, recomienda usar los primeros como comida para los animales y los segundos almacenarlos de forma seca en un espacio vacío.

Queca pide a las autoridades departamentales y nacionales atender a esa región, ya que las responsables locales se olvidaron del municipio. “¿Acaso no somos también bolivianos? ¿Acaso no pueden tratarnos igual que al resto del país?”, se preguntó.

Este medio intentó comunicarse con el Ministerio de Medio Ambiente y Aguas. Aunque  se envió un cuestionario,  no se recibió respuesta hasta el cierre de esta edición.

Pese a que es de conocimiento de la región,  el problema de la basura, el jefe médico del hospital de Achacachi, Ángel Villarroel, dice que las Enfermedades  Diarreicas Agudas (EDA) no aumentaron. “Estamos en zona de éxito. Durante todo este año reportamos 138 casos”, dice.

El dirigente vecinal  informa que otro de los conflictos por los que atraviesa la población es la deficiencia del alumbrado público  en  la noche.  Achacachi sufre además  por  la falta de seguridad policial.

“Los focos ya están quemados y sólo algunos funcionan de forma adecuada. Todo esto genera inseguridad, peor aún porque no tenemos resguardo policial”, enfatiza.

Explica que la población se auto-gobierna y evita que exista delincuencia. “Entre todos nos ayudamos”, dice y precisa  que es necesario contar con  seguridad. Aclara  que nunca echaron a   los efectivos policiales.

En la visita se observó que las puertas de los inmuebles de  la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen y de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia están repletas de polvo y  cerradas desde hace casi dos años.

El concejal Víctor Chambi cuenta que solicitó  la semana pasada, en el aniversario de los 112 años del municipio, el retorno de la Policía Boliviana. Fuente: Página Siete

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